La violencia en el fútbol ha llegado a un punto en el que es imprescindible desarrollar políticas públicas consistentes desde los distintos estratos del Estado para comenzar a dar por terminado un tema que no es ajeno a la situación social que vive la Argentina. Las muertes y los hechos violentos casi cotidianos están relacionados con las tramas de poder: de manera ilícita, políticos, policías, jueces, hinchas y carteles de la droga conviven en una trama que mezcla negocios, actividades punteriles y delitos donde no están exentos de cobertura los más deleznables.
Pero este entramado no es la única razón por las que las familias ya no puedan ir a la cancha. La situación de exclusión social que viven millones de argentinos que han encontrado en la cultura del aguante su única forma de vida, convirtiéndose en mano de obra rentada de políticos y dirigentes inescrupulosos es, tal vez, la matriz de fondo que hay que empezar a enfrentar tan rápido como sea posible.
Miles de personas han encontrado en las hinchadas de fútbol su lugar ya no sólo de pertenencia identitaria sino también su espacio de reconocimiento simbólico y material. Mas aún, para muchos la "militancia" en una hinchada -y su participación en actividades políticas de apoyo a dirigentes que en muchos casos lo son en un club pero también en la intendencia o provincia en la que está ubicada esa institución- se ha convertido en un lugar de ascenso social, cuando no en el primer peldaño de una escalera que los lleve hacia una carrera dirigencial sea ésta deportiva o política, aunque muchas veces sea mediante la realización de actividades delictivas.
Terminar con la violencia en el fútbol implica iniciar el largo camino de romper con la connivencia entre dirigentes, políticos, policías, jueces, hinchas y droga y requiere de coraje y decisión política de quienes no están comprometidos con ese concierto delictual. Pero también es preciso comenzar a generar ya políticas de inclusión social, de dignificar el trabajo y de construir un ingreso universal para la niñez y vejez en serio alejado de todo tipo de clientelismo.